Si culpamos al demonio, no alcanzaremos el cielo…Cuando la culpa de nuestros males se la imputamos a un tercero inerte, estamos socavando los cimientos del proyecto que pretendemos salvar con nuestro discurso, porque desviamos el foco de atención de la gestión y, sobre todo, limitamos la capacidad de respuesta a la coyuntura que provoca el problema.