Desde que tenemos constancia histórica, nunca hemos sido iguales, porque unos mandaban por las facultades conferidas por la cuna y los otros obedecían en el marco del estatus social que ocupaban. Así hemos estado durante muchos siglos, unos nacieron con las atribuciones del Estado a su servicio y los otros lo hicieron para servirles, actuando como sumisos y fieles seguidores de sus incontroladas potestades. Algunos países rompieron estas cadenas con fuego y sangre y otros, como el nuestro, no hemos logrado romper con estas cadenas históricas que nos han comportado atonía e inmovilismo.